Hace años compré centenares de cómics americanos a Sergi Gras, Sergio Pradera en los cómics de Zinco. Se había cansado de los cómics y se los quería quitar de encima. Vicente García pilló un montón y otro chaval, Patxi, colaborador de los primeros Dolmen y que después desapareció del mapa pilló bastantes de mutantes.
Esta miniserie la pillé entonces pero no la lei. Me daba mal rollo la historia del dibujante, Greg Brooks.
Este dibujante es tristemente famoso porque asesinó a su mujer a finales de los años 80, mientras realizaba esta serie limitada, su primer trabajo con cierta relevancia tras diversos entintados, fill-ins, historias para inventario y complementos varios.
La mujer debía de ser bastante tremenda, todo hay que decirlo. Se descubrió luego que no se llamaba en realidad como ella decía, ya que había adoptado la identidad de su compañera de cuarto en la Universidad. Y que había tenido antes un hijo que cuidaba la madre de ella y del que nadie sabía nada.
Una noche se presentó en su casa, donde vivía con Brooks y su bebé, y le dijo a Brooks que recogía sus cosas, que los dejaba porque se iba con su amante y se puso a continuación a contarle lo satisfecha que estaba sexualmente con el amante. Siempre según Brooks, claro.
Brooks la mató a martillazos. Puso el cadáver en la bañera. Al amanecer la metió en un carrito de supermercado y la llevó hasta un solar donde tiró el cuerpo.
Lo pillaron, claro.
Salió de prisión hace unos años. Lo último que se sabía de él es que trabajaba de mensajero, de los que van en bici. Me imagino que alguien que ha estado muchos años en la cárcel no debe de querer pasarse el día encerrado en casa o en una oficina... Pidió una cita a un editor de DC para enseñarle lo que estaba haciendo en cómic, cómo había evolucionado su estilo, pero no llegó a presentarse.
Pura crónica negra.
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