El trabajo de Leiva siempre sorprende. En esta ocasión, a blanco y negro, con un trazo suelto, me ha recordado en más de un momento a Andrea Pazienza.
De Muñoz, me ha gustado todo: la dramática premisa, el retrato de los personajes principales y, sobre todo, los diálogos, oscilando entre la naturalidad y la elaboración literaria.
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