Al tío que se le ocurrió hacer una serie de cómic basada en una serie de televisión basada en una serie de cómic le daría la enhorabuena antes de mandarlo a desintoxicación.
El resultado es simpático, atento a la continuidad y a los detalles característicos de la serie (Robin usando sus particulares exclamaciones o chocando el puño en su mano, unos diálogos que de tan en serio son hilarantes) y las historias son sencillas y amenas.
El nivel gráfico es algo irregular por el continuo baile de autores, pero el nivel es digno. Jonathan Case me ha divertido especialmente con un coloreado que homenajea el pop y el de los cómics de esos años, con puntitos y colores fuera de registro.
La lástima es que no tenga el cómic su tema musical ni que las onomatopeyas funcionen igual aquí que en la serie...
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