Me hace mucha gracia ver un pueblo costero que recuerda tanto a Palomar y al que se le añaden elementos de película de ciencia ficción de los años sesenta, incluyendo unas bolas blancas que recuerdan a las de la serie de televisión El prisionero.
Y me gusta mucho el trabajo de Cooke, sobre todo porque usa un tipo de narrativa muy de Hernández, lo que provoca una sensación, gráfica, de ser muy de los dos autores.
Lo que no me convence, aparte del final, es la cantidad de elementos que quedan en el aire y no se entienden, no se explican. Porque una cosa es que no te lo den todo mascado, y pedir un esfuerzo al lector, y otras ser de forma algo gratuita críptico, perezoso o como lo queráis llamar.
Demasiados interrogantes sin resolver en esta historia...
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