Hablando con Javier Olivares durante el Comic Nostrum sobre autores minimalistas y que prescinden de decorados, con cómics que acaban recordando más el teatro que el cine, mencionó a Guibert y de lo mucho que le gustaba.
Como no conocía, más allá de unas páginas, esta obra, una de las más conocidas de él, le di un tiento.
Me ha sorprendido su habilidad para no distraer con la parte gráfica, buscando casi todo el tiempo una simplicidad apabullante, de modo que el lector conecte rápidamente con la persona que nos cuenta sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial y los años posteriores. El resultado es una obra que respira humanidad por los cuatro costados.
Buscaré las otras obras sobre Alan Cope.
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