Carlos Gimenez vuelve a contarnos historias de su "actualidad", historias de un dibujante de historietas que sabe que ya no le queda tanto tiempo y donde recuerda pequeñas anécdotas sin demasiada importancia, permitirse alguna que otra puñalada y reflexionar sobre la muerte inminente.
Podría haberle explotado muy fácilmente en las manos y acabar con un cómic presuntuoso, pedante.
Pero sale bastante bien parado. Se le nota la profesionalidad, los años de tablas. O de tableros. De dibujo.
Eso sí, creo que de las tres obras en esta línea, la mejor sigue siendo con diferencia Crisálida.
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