Un señor salto en el tiempo en la vida del protagonista. 18 años, nada menos.
Un cambio de aires que le ha venido de perlas a la serie. La ambientación (con el clima político del momento, con el auge del fascismo y el inicio de la Guerra Civil Española o los recientes logros sociales) es una delicia.
Sí, Gibrat sigue contando historias de perdedores enamorados de unas chicas guapísimas que tienen todas la misma cara, pero no seré yo el que se queje si lo sigue haciendo así.
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