La premisa tiene cierta gracia: el autor, exautor de El Jueves entre otras cosas, ante la crisis se ve obligado a trabajar de taxista en el turno de noche (rompiendo el tópico de que los dibujantes no conducen) y tratar con toda la fauna que uno puede esperar: putas, borrachos, locos, gente que necesita ir a un hospital...
El esquema de historieta por página, con alguna excepción, corta un poco la lectura global quedando en un montón de anécdotas. Creo por otra parte que no hacía falta en tantas ocasiones buscar el chiste para interesar al lector.
Pero por encima de todo me quedo con el placer, la sensación de ver Barcelona de noche, toda, no sólo un barrio. Creo que hay pocos cómics que hayan podido transmitirla tan bien.
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