En el salón de Barcelona vi a Miguel Fuster a quien me había presentado Luís García el año pasado. Estaba firmando y sin nadie en la cola, así que aproveché para pillar el primero de sus trabajos y llevármelo dedicado. La parte literaria renquea un poco y es más una descripción del estado de ánimo, de sus pensamientos, de su desesperación que una historia al uso. Pero la parte gráfica me apasiona, con esos dibujos salvajes, casi abocetados y llenos de fuerza. Dicen que la cosa mejora, así que supongo que acabaré pasando por caja pronto.
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