Edmond me recuerda, igual que a Hernán Migoya, la sensacional colección Club del Misterio.
Pero para mí también su nombre me trae a la cabeza esta serie que tenía un color mucho mejor que el resto de lo que se editaba en Bruguera en ese momento, una serie donde se juntaba la aventura, un cierto mensaje pacifista y personajes secundarios humorísticos a mansalva.
Leído este tomo ahora, sigue siendo un divertimento ligero, sí, pero muy agradable. Lástima que se haya perdido el color por el camino...
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