Como con tomos anteriores, Jason Aaron nos da una de cal y otra de arena. El comportamiento de Namor no me convence nada y es incoherente con lo visto hace unos números.
Pero eso de enfrentar a un héroe que va todo de blanco a otro que va todo de negro, y que nunca se había producido que yo sepa, tiene mucha gracia.
Y poco a poco, todos los argumentos secundarios empiezan a converger. No creo que quede mucho tiempo antes de que Aaron cuelgue el uniforme de guionista de los Vengadores y venga otro guionista con un nuevo número 1.
Y tiene también mucha gracia comprobar que Carlos Pacheco ya puede ver autores con claras influencias suyas.
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