No es por llevar la contraria pero los parecidos con Tintin o Salgari que tanto he escuchado, y se pregonan desde la contraportada, no los veo por ninguna parte, más allá del parecido del título con El secreto del Unicornio.
A mí, esta absorbente y trepidante obra me ha recordado muchísimo más los thrillers judiciales de John Grisham, por ejemplo, con esas informaciones que salvan el caso in extremis, esos abogados implicados emocionalmente en ganar el juicio, esas pruebas ocultas que se acaban consiguiendo de formas poco ortodoxas. Aunque más que judicial sea casi un thriller burocrático, la verdad, con sus informes de ministerio que nadie lee, sus politiqueos varios, sus objetivos contrapuestos según qué departamento estatal sea...
Lo de que funcione tan bien, que sea tan ameno, tiene mucho mérito porque podría haber sido árido y no es el caso para nada. Lo devoré con verdaderas ganas.
Eso sí, que Guillermo Corral aparezca en los créditos como único guionista me permitirán ustedes que lo ponga en duda. Esos toques de humor, esos tics humanos de los personajes, la forma en que se desarollan las conversaciones me recuerdan demasiado a anteriores trabajos de Paco Roca como para no pensar que ha metido mano en más de un momento.
Y, para acabar, esos marcos de página de colores para destacar dos partes importantes de la historia es una gran idea.
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