La muerte de Herb Trimpe me tocó bastante. Lo conocí en Avilés donde pude hacerle una de mis entrevistas favoritas y lo volví a encontrar en el Metropoli de Gijón. Un tio muy majo.
Trimpe siempre ha estado ligado al personaje de Hulk para mí. A fin de cuentas, con seis años leí mi primer Hulk, La Masa en la edición de Vértice, con sus dibujos. Trimpe siempre fue uno de los dibujantes clásicos de Marvel más machacados por los aficionados. Tal vez por eso lo defendí en un artículo, en mi época de colaborador de Planeta De Agostini. En su edición de Hulk, y en alguna más, a los colaboradores se nos dio durante una temporada la posibilidad de escribir textos "tema libre" ligados a la serie. Yo elegí escribir sobre Trimpe. Porque vale, su dibujo no era el mejor, pero su narrativa es modélica, clara y dinámica. Su Hulk derrochaba poder muscular y fuerza. Sus robots y laboratorios eran de lo más aparente. Hasta se permitía hacer algunas virguerías de diseño de página francamente espectaculares. Y si tenía a un buen entintador que eliminase el aspecto algo tosco de su dibujo (algo que él mismo reconocía cuando contaba que Stan Lee le decía ¿Cuándo vas a aprender a dibujar, Trimpe?), la cosa era un gustazo.
Bueno, pues cuando me enteré de su muerte me vino a la mente esta viñeta, la última de una de mis historias favoritas de Hulk y un tebeo que me dedicó en Avilés. Me la he releído este fin de semana en plan homenaje. Me lo he vuelto a pasar en grande.
Gracias, Herb.
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