Y fin.
Madre mía, qué delicia.
Por su sentido del continuará que hace que las páginas vuelen.
Por la sutileza con que se cuentan las cosas, con especial énfasis en los detalles, pensando en lectores que no lo quieren todo mascado (por ejemplo, el regreso de un personaje al final no se explica directamente, se entiende por algo que se vio en el primer tomo). Esto afecta también al dibujo. Hay numerosos elementos minúsculos que, si aparecen o desaparecen, son los que dan sentido a muchas imágenes.
Por las personalidades de los personajes que son verosímiles. Desde cómo se enfrentan a la tragedia inicial (autodestrucción, culpabilidad, alcoholismo, depresión) a cómo intentan superarla, a sus formas de ser. Por ello te acabas preocupando por ellos, por si saldrán con vida de la historia. Y, cuando no lo hacen, uno lo lamenta.
Por cómo ocasionalmente aprovecha para tratar temas como las discriminaciones por motivos sexuales o raciales sin que parezca forzado o moralista y reforzando el avanzar de la trama.
Por los juegos narrativos espectaculares pero que siguen permitiendo una lectura impresionantemente clara.
Por los homenajes a Watterson, a Paul Smith y su Patrulla-X, a los cómics Marvel clásicos. O los guiños a Carrie u otras obras de Stephen King, el padre de Joe Hill.
Por un lado me doy de bofetadas por no haberla leído antes. Por otra, estoy eufórico de haberla leído de un tirón pudiendo apreciar los pequeños detalles que se me hubieran escapado con una lectura más dispersa en el tiempo.
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