Al leer este tomo lo primero que me vino a la cabeza fue que es curioso el paso del tiempo.
Este cómic, idéntico, se hubiera podido publicar sin desentonar en El Víbora en los años 80, la época en la que sucede la historia por el tipo de historia: jóvenes, primeros escarceos con algunas drogas, los colegas, algo de sexo, un punto costumbrista.
Ahora tiene todo un aire nostálgico, que se ve acentuado por cómo se rehúye el lumpen, los bajos fondos y se abraza la clase media y la segunda residencia.
Igual por eso el autor, hábilmente, incluye una parte final con un claro mensaje, rotundo y claro.
Y en otro orden de cosas, este tipo de historias suele plantear un dilema moral del protagonista (¡Oh! ¿Debo seguir a tradición familiar y hacerme arquitecto o sigo el impulso de mi corazón y me hago director de cine?) o cómo conoce al amor de su vida y le cambia para siempre. Y no. Todo es mucho más natural y, por ello, más verosímil.
No conozco mucho la obra del autor, sé que es colaborador del TMEO y de El Jueves, pero espero que se tire a por otras obras como ésta: sencillas pero eficaces.
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