Entiendo que David Rubín tuviera una cierta aprensión a meterse en otra historia de corte épico tras El héroe. Pero hay diferencias. Varias. Colaborar con un guionista, Santiago García, y contar una historia clásica, con algunas variantes, ha hecho que se centre en el aspecto gráfico que es francamente su trabajo más espectacular ayudado por un color potentísimo y una edición ideal, con un tamaño grande que le sienta de fábula, especialmente si uno piensa en cómo se verían muchas de las páginas repletas de pequeñas viñetas.Es decir, gráficamente es un placer.
Me ha divertido también el uso de las onomatopeyas, casi cómicas.
Y puestos a buscar alguna pega, únicamente pondría alguna escena de acción, algo embarullada y confusa.
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