Pérez Reverte me interesó al principio. Hasta La piel del tambor que me pareció una chorrada inmensa con el gran superagente secreto del Vaticano y que era un manta que sólo iba de un lado a otro, dejaba el pabellón muy alto a lo James Bond si la cosa terciaba y acababa pillando al malo de puta casualidad.
Desde hace años lo veo cada vez más con un rollo patriótico, de macho con un par y lenguaje tabernario que me echa para atrás. Sólo le falta la copa de Soberano.
Así que las andanzas de un batallón de valerosos españoles a las órdenes de Napoleón en Rusia como que me daba bastante repelús de entrada.
Afortunadamente Rubén del Rincón adapta con inteligencia, y sospecho que muy fielmente, la obra...
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