Como en la colección de Dark Horse que escribió Brian Wood, Jason Aaron ha optado por elegir justo después de la destrucción de la Estrella de la Muerte (o sea, entre las dos primeras películas) el momento de la acción. Es lógico. Tienes a todos los personajes importantes operativos y no te pillas los dedos con posibles incoherencias por lo que puede que se cuente en la nueva trilogía. Hasta la idea de buscar una nueva base para los rebeldes es la misma que en la colección de Wood, y que era la misma que la de Marvel en su primera colección...
Aaron hace un trabajo ideal para los fans de Star Wars. C3PO es el gallina quejica de siempre. R2-D2 se saca de la manga algún gadget desconocido hasta el momento para salvar la situación. El Imperio es malo de narices. Luke está lleno de dudas y aprende lo verde que está en el control de la Fuerza. Han y Leia discuten con mucha gracia. Vader va estrangulando a oficiales que fracasan. Sólo me chirría Boba Fett, tal vez demasiado malo de spaghetti western.
Y aunque hay acción constante con asaltos a fábricas de armas del Imperio, persecuciones en naves espaciales o enfrentamientos entre un AT-AT y Darth Vader, son momentos más tranquilos los que recordaré, como el final del tomo con la conversación entre Boba Fett y Darth Vader. Uno oye la música de John Williams en ese final mudo pero lleno de fuerza. Aparte, añade algún personaje nuevo que veremos qué importancia llega a tener.
John Cassaday no tiene problemas para lograr parecidos razonables de los personajes con los actores. Sigue siendo tremendamente claro, limpio y fresco. Si en otros trabajos pecaba de cierto estatismo, no es algo que me venga a la cabeza cuando pienso en su labor aquí.
La única pega que le puedo poner a esta colección es que está dirigida a los fans de Star Wars. Si no has visto las películas, no sé si te vas a enterar de mucho... Pero claro, ¿quién va a leer este cómic sin haber visto las películas?
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