Estando en casa de Carlos Pacheco vi que tenía un arco y un blanco en su estudio.
Me contó que desde su mesa hasta el blanco había once metros que es el mínimo necesario.
Y que lo había usado para quitarse los mosqueos que le provocaban editores que no hacían su trabajo o guionistas que pedían cosas imposibles de dibujar.
Como en esta obra, que tuvo que planificar de principio a fin. Hasta las partes de Marguerite Sauvage, creo, porque me explicó una escena imposible de dibujar que acabó dibujante esta autora.
La historia no es nada del otro mundo. Incluso la gran sorpresa es un poco Pues vale. Pero esas escenas costumbristas, tan Rockwell en algún momento, son una delicia.
Cómo le gustaba meter a gente con camisetas de grupos musicales a Carlos...
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