Entonces nació Skull The Slayer, muy influida por todos estos personajes de literatura popular (más Conan Doyle y Verne, si queréis) y un año antes que Mike Grell creara para DC The Warlord. Las premisas son muy similares: militar que acaba en un mundo perdido poblado por dinosaurios pero donde también hay presentes elementos futuristas.
Skull fue un fracaso, a diferencia de The Warlord. Duró ocho números y tuvo que acabar la historia de mala manera en dos números de Marvel Two-In-One, la colección que presentaba a la Cosa junto a otro héroe invitado.
Aunque había leído la serie, entre ediciones españolas y americanas, nunca lo había hecho en orden y de una tirada. Ahora, con el tomo recopilatorio (por cierto, ya son ganas de rascar en el fondo de sus personajes) he podido ver que el desastre estaba cantado.
¿Qué pasó? ¿Qué falló?
Creo que muchas cosas. La primera es que la premisa no estaba bien planteada. No puedes empezar con un héroe (antihéroe en realidad, ya que es un soldado que se pasó Vietnam prisionero y torturado, que cuando vuelve descubre a su mujer con otro, que sus padres han muerto y que su hermano es un yonqui al que mata accidentalmente) más o menos realista, haciendo que sus hazañas son fruto de su entrenamiento militar para darle un cinturón extraterrestre en el segundo número que le da superfuerza. No puedes darle un cinturón que le da superfuerza sólo a ratos. No puedes no explicar por qué sólo le da superfuerza a ratos. Es confuso. Es un claro ejemplo de que la etapa de Marvel donde los guionistas eran sus propios editores podía dar serios problemas porque no había una segunda opinión que pudiera ver los posibles fallos. No puedes empezar a lanzar elementos pulp sin parar (aliens, robots, etc...) sin orden ni concierto.
La segunda es el elenco de personajes secundarios. A Skull le acompaña un médico negro y cascarrabias, una joven harta de que la rechacen de trabajos por si después tiene hijos cuando no quiere tener porque los bebés son un incordio y un joven medio hippy. Ninguno engancha, ninguno interesa, el negro airado, la feminista y el chaval inocente son puros estereotipos.
La tercera es el baile de autores. Ocho números, tres guionistas: Marv Wolfman, creador de la serie y el que la acabó en Marvel Two-In-One, Bill Mantlo y Steve Englehart, quien sólo escribió un episodio. Los dibujos fueron principalmente de Steve Gan y Sal Buscema.
El número de Englehart tiene tela, por cierto. Es memorable por una escena donde, tras morir el jovencito, huyen Skull, la chica y el médico. La chica se tuerce un tobillo y ya no puede seguir. Skull decide abandonarla. El médico, un borde antipático, dice que no la abandonará. Skull dice que es un suicidio y es absurdo. Se va y ve cómo los matan. Me parece brutal que publicasen esto. Puede ser muy realista, muy lógico, hacer que el instinto de supervivencia haga actuar así a alguien pero la sensación que queda es que ¡Vaya birria de héroe y vaya birria de cinturón de superfuerza!
La cuarta son los villanos. Aburridísimos.
La quinta son las subtramas. No puedes empezar una subtrama sobre un antiguo rival en el ejército de Skull que va a buscarlo apoyado económicamente por el padre del jovencito, para luego olvidarlo.
Seguramente hay más errores pero estos son los primeros que me vienen a la cabeza ahora mismo.
En fin, que The Warlord, o Turok (otro héroe perdido en el tiempo que lucha con dinosaurios y cavernícolas), mucho mejor. Hasta los peores episodios.
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